Rodar de noche tiene algo místico, especial y que no gusta a todo el mundo, pero que igualmente tienes que probar al menos una vez.
Rodar de día tiene su magia, pero salir con la moto cuando cae el sol es otra historia. Las rutas nocturnas tienen un aura totalmente distinto a rodar de día, y solo los que lo hemos probado, sabemos lo que es. La carretera es casi tuya, las luces de la ciudad desaparecen en la distancia y el motor ruge de tal forma que puede llegar casi a asustar. Pero claro, como no, no todo es carretera y luna en un ambiente precioso, también hay algunos detalles que hay que tener en cuenta.
Lo primero es la experiencia, claro. Hay que vivirla al menos una vez, ¿pero que mas hay?
Menos tráfico: La mayoría de los coches y ciclistas hace rato que dejaron las carreteras, por lo que están mucho mas despejadas
Temperaturas más llevaderas: Estoy hablando del verano, claro. Conducir de noche en verano es otro nivel.
Sensaciones más intensas: Al no tener tantos estímulos visuales, los sentidos se agudizan y la sensación de velocidad y disfrute es mucho mayor.
No todo es tan idílico como parece. Rodar en la oscuridad tiene sus desafíos y hay que ir bien preparado:
Iluminación: Asegúrate de que los faros de tu moto están en perfecto estado. Si puedes, instala luces LED para mejor visibilidad, se nota mucho.
Ropa reflectante: No es lo más estético, pero ser visible es clave para evitar sustos. Que haya menos coches no significa que no haya.
Cuidado con los animales: Si vas por secundarias, el campo o por montaña, es mucho más frecuente de lo que crees encontrarte con animales. Atento a ello porque el susto es tremendo.
Evita rutas desconocidas: A menos que quieras una aventura extrema, es mejor moverse por carreteras que ya conoces.
Te cuento estos tres momentos para la ruta:
Al atardecer: Cuando a un lado el cielo es de un color blanco azulado y al otro morado, espectacular rodar así. Si además tienes la suerte de ver salir la luna por la montaña, esos primeros momentos la verás enorme, mucho más grande de lo que estás acostumbrado.
A medianoche: Sientes que la carretera es tuya, pero cuidado, que no lo es, no te confíes nunca.
De madrugada: Rodar un buen rato, llegar a un mirador y ver como amanece, merece realmente la pena.
Definitivamente sí, pero con cabeza. No se trata de ir a lo loco, sino de disfrutar la experiencia con seguridad. La noche le da un nuevo significado a la conducción y, si lo pruebas, seguro que repetirás.
Dando Gas - 2025